Por Clara Burriel Pérez
Cuando se anunció la declaración del llamado Califato en 2014, el Daesh desarrolló una estrategia yihadista única que reconoció de inmediato la importancia de incorporar a las mujeres de manera más activa dentro de su organización. Así, han aumentado sus esfuerzos enfocados hacia las mujeres, escribiendo manifiestos dirigidos a ellas directamente, dedicándoles secciones de publicaciones de sus revistas online, como el Dabiq[1], y permitiendo que las mujeres tengan voz dentro de su estrategia de reclutamiento, aunque generalmente a través de las redes sociales y no en las publicaciones oficiales.
Mediante el aumento de la propaganda del Daesh se envía el mensaje de que las mujeres son valoradas, no como objetos sexuales, sino como madres para la próxima generación y como guardianas de la ideología islamista. Sin embargo, se puede observar en las redes sociales que la realidad de la vida dentro del territorio controlado por el Daesh es significativamente diferente de la propaganda utópica que se ofrece a los reclutas.
Mecanismo de incorporación de mujeres: la segregación por sexos
Las leyes islámicas imponen restricciones a la participación de las mujeres en actividades militantes. Algunas organizaciones yihadistas, como Al-Qaeda, la Unión de la Yihad Islámica de Afganistán y Pakistán y la Yihad Islámica Palestina, incorporaron un número reducido de mujeres a sus filas, enfatizando los roles domésticos de las mujeres en la yihad, que incluían ser esposas virtuosas y buenas madres, para la próxima generación de yihadistas. El Daesh, aunque tampoco es la primera organización yihadista que intenta establecer su protoestado, ha tomado un enfoque diferente respecto a estas otras organizaciones terroristas, creando mecanismos que incorporan con éxito a las mujeres dentro de su proyecto de sociedad islámica. Así, han establecido instituciones propias que aprovechan y buscan llenar el vacío de gobierno en partes de Siria e Irak, respecto a una amplia gama de sectores, incluidos el gobierno, la policía, el ejército, instituciones sanitarias y educativas, etc.
La incorporación sin precedentes de mujeres dentro de su aparato estatal es posible a través del establecimiento de instituciones paralelas segregadas por género, basado en los mecanismos de segregación de países como Arabia Saudí o Irán e imponiendo un sistema similar en los espacios públicos de los territorios del Medio Oriente bajo su control. Al establecer secciones de ‘solo mujeres’ dentro de cada institución, el Daesh ha reducido la mezcla entre sexos opuestos y ha proporcionado un entorno funcional para utilizar a las mujeres en diferentes roles.
El papel de las mujeres dentro del Daesh
Por supuesto, también dentro del Daesh las mujeres asumen los roles de esposas y madres, pues son figuras claves para garantizar que haya una próxima generación para este Califato, contribuyendo a la creación y expansión del Estado Islámico, y también a promover la causa del Daesh a la próxima generación. Es importante, sin embargo, hacer una aclaración respecto a este papel. Como vimos al examinar los factores de atracción, el romance como motivación para las mujeres se limita a la búsqueda de marido y de la vida matrimonial, y así lo revela el análisis de la actividad de las muhajirat en las redes sociales[2]. Esta idea de romance está estrechamente relacionada con la ideología religiosa y política de la organización: buscan adoptar su papel central en la yihad, casándose y apoyando a los luchadores, llorando y celebrando la muerte de los mártires, y dando a luz a los futuros hijos del Califato. Por lo tanto, la participación de las mujeres en el Daesh como esposas y madres es compleja, y no puede reducirse a la narrativa de la “novia yihadista”. Se trata de una comprensión religiosa, más que sexual, del matrimonio, en conexión con el deber religioso. Las mujeres que migran enfatizan además que, aunque el matrimonio es importante, es secundario a su relación con Dios y su deseo a vivir en el Califato. Así, es la devoción ideológica a la creación de un Estado Islámico lo que impulsa estas relaciones.
Aunque el matrimonio es un importante papel en la tarea de construcción del Estado para las mujeres, no es el único. El Daesh, a través de su revista de propaganda Dabiq promete a todas las mujeres musulmanas marginadas en las sociedades seculares occidentales una sociedad utópica en la que pueden cumplir sus obligaciones sociales, al tiempo que se adhieren a su estricta interpretación de la religión. Por ejemplo, a las mujeres que se les prohíbe ingresar en escuelas públicas por llevar velo en Francia, pueden convertirse, según las promesas recogidas en la propaganda de la organización yihadista, en maestras y directoras en escuelas segregadas por género dentro de los territorios controlados por el Estado Islámico. A través de la propaganda, los reclutadores también han reclamado la necesidad de doctoras o enfermeras. Las mujeres también juegan un papel decisivo en el reclutamiento de más mujeres, cumpliendo funciones propagandísticas a través de redes sociales, para atraer así a mujeres occidentales, convenciéndolas para hacer la hijra y unirse a ellas en Siria e Irak. Utilizando estas herramientas en Internet, las muhajirat adoptan un marco expresamente religioso para construir conexiones comunitarias, traspasando las barreras geográficas. Veremos el contenido de estas funciones cuando examinemos la propaganda no oficial, en el siguiente apartado.
Del mismo modo, las mujeres, ya asentadas en estos territorios bajo el control del Daesh, también están a cargo del entrenamiento de las mujeres recién llegadas. Son las encargadas de enseñarles un nivel básico de árabe para facilitar su incorporación a las sociedades locales, y también actúan como casamenteras, presentando a mujeres solteras y combatientes yihadistas masculinos. Del mismo modo, también se las utiliza para motivar a los hombres a actuar. Éstas crean narrativas de vergüenza y emasculación. Por ejemplo, las mujeres simpatizantes de la banda yihadista trataban de avergonzar a los hombres para que se unieran al Daesh, afirmando que no eran “hombres de verdad” o “verdaderos musulmanes”[3].
Reclutamiento a través de la propaganda no oficial
Una de las explicaciones tradicionales para la movilización de mujeres sugiere que éstas son engañadas por los reclutadores, quienes presentan una visión poco realista de la vida bajo el Daesh. Estas sugerencias implican que las muhajirat poseen una comprensión inexacta de cómo es la vida en el territorio controlado por los yihadistas, lo que repercute en el trato legal que las reclutas femeninas pueden obtener: mientras que en los Estados occidentales se imponen penas severas a los combatientes extranjeros varones, y también a los defensores y reclutadores online, los jueces y legisladores a menudo adoptan un enfoque más favorable con respecto a las mujeres. Esta narrativa dirigida a “salvar” a esas mujeres ingenuas sirve también para justificar la acción militar occidental en la región.
Los argumentos sobre el engaño de las mujeres son difíciles de evaluar a través de las redes sociales. Puede resultar complicado esperar que las reclutas se quejen de ser engañadas o que expresen arrepentimiento a través de vías como Twitter, pues ello podría poner en riesgo su seguridad personal. Sin embargo, sí pueden refutarse los argumentos que sugieren que la actividad en las redes sociales dirigida al reclutamiento de mujeres occidentales busca presentar una imagen atractiva, excitante y lujosa del Daesh[4]. Por el contrario, las mujeres en los territorios del Estado Islámico, a través de la propaganda no oficial, hacen referencia directa a la renuncia a los lujos modernos como parte de la hijra, admitiendo que faltan comodidades occidentales pero manteniéndose en su creencia de que están haciendo un sacrificio ideológico. Aunque utilizan su presencia en las redes sociales para reclutar a otras mujeres, dejan muy claro que la vida en el Daesh es difícil y menos cómoda que en Occidente, pero que la recompensa será mayor en el más allá. Parece que las mujeres también son sinceras acerca de la violencia que experimentan en Siria e Irak, compartiendo noticias e imágenes gráficas sobre los bombardeos y ataques (imágenes que, como hemos visto, sirven para justificar el discurso de que la comunidad musulmana está bajo ataque).
Las reclutas no sólo son conscientes del nivel de violencia empleado por el Daesh cuando se unen a él, sino que, además, a través de las redes sociales, admiten y aceptan esta violencia, así como la violación de mujeres y niñas detenidas como esclavas: la violencia y las agresiones sexuales solo son condenadas cuando la víctima es musulmana. Esta aceptación de la violencia hacia otras mujeres guarda relación con la promesa de influencia en forma de subyugación de otras mujeres en la propaganda del Daesh.
[1]Dabiq, la revista en línea del Daesh para la propaganda y el reclutamiento, publicada en diferentes idiomas, incluyendo el árabe y el inglés. Esta revista tiene como propósitos la unidad (tawhid), la búsqueda de la verdad (manhaj), la migración (hégira), la guerra santa (yihad) y la comunidad (jamaa’ah). Ha dedicado secciones a las ‘hermanas del Estado Islámico’. La otra principal publicación del Daesh es la revista Rumiyah.
[2] Loken y Zelenz (2016) recopilaron datos sobre la actividad de mujeres occidentales en redes sociales del Daesh, complementados con datos sobre publicaciones oficiales de la organización, con propaganda extraoficial e investigaciones existentes de contraterrorismo sobre reclutas extranjeros en el Daesh,
[3] Beutel, A. y Perez, K. (2017). From WWI to ISIS, Using Shame and Masculinity in Recruitment Narratives | START.umd.edu. START- National Consortium for the Study of Terrorism and Responses to Terrorism.
[4]Como queda de manifiesto tras el análisis realizado por Loken y Zelenz (2016) y también a través de los casos estudiados por Saltman y Smith (2017).
Créditos de la imagen: https://edition.cnn.com/2015/05/29/middleeast/who-are-the-women-of-isis/index.html