Disonancia y utopía: el potencial crítico de los relatos de ficción

Por Luz Ascárate

A inicios del siglo XVI, Tomás Moro y Erasmus de Rotterdam realizan un intercambio intelectual al interior de una fructífera amistad. Dos sátiras surgieron de este encuentro. La primera, de Erasmus, “es una dura crítica de la Iglesia y de los abusos que la corrompen” (Vigliano, 2013, 86): Elogio de la locura, dedicada a su querido amigo Tomas Moro. La segunda, popularmente conocida como Utopía, y que es origen de la expresión, escrita por Moro en el lugar donde su amigo Erasmus nació, es una respuesta a la sátira de aquel. Si Erasmus elaboraba una crítica de la sociedad de la época poniendo énfasis en la identificación de sus patologías, Moro lo hacía concentrándose sobre las posibilidades de una nueva organización ideal, razón por la cual su libro fue comprendido como un «elogio de la sabiduría». Así pues, podemos decir que ya en Moro el concepto de utopía tenía un sentido crítico pero literario: Si bien tenía como fin la denuncia de la sociedad de la época, nos encontrábamos frente a un tipo de creación narrativa de ficción

Aunque para Mannheim (1954) y para Ricoeur (1997), quienes han extraído las implicancias del concepto de utopía para una crítica de la sociedad, la utopía sea considerada como una no-congruencia con la realidad, el primero no considera a la utopía de Moro como una de tipo crítico, mientras el segundo sí. Para Mannheim, en las utopías críticas, la búsqueda de una adaptación a la realidad es siempre más fuerte que el carácter ficticio de la utopía. De este modo, considera que una utopía crítica, en cuanto busca hacerse real, está supeditada a su desaparición. Para Ricoeur, sin embargo, lo que constituye el sentido crítico de la utopía no es su intención de hacerse real, sino la posibilidad de crear un “ou-topos”, un “sin lugar” o “ninguna parte”; en palabras de Ricoeur, “un lugar que no existe en ningún lugar real, una ciudad fantasma, un río sin agua” (1997, 36). Así, en las obras ficticias que no tienen pretensión de hacerse reales, este filósofo identifica un aspecto «extraterritorial» que nos permite dirigirnos de forma distinta a nuestra realidad dada. Considera pues que hay un aspecto “neutralizante” frente a las creencias ordinarias que caracterizan nuestra relación con el mundo social en tanto, gracias a la ficción, nuestro mundo se vuelve extraño: “estamos tentados a afirmar que no podemos tener una vida distinta a la que tenemos actualmente, pero la utopía introduce un sentido de duda que hace estallar nuestra evidencia” (ibíd., 394). En ese sentido, la ficción, componente constitutivo de la utopía, logra esto a partir de la producción de variaciones imaginativas “inmanentes” a una sociedad dada, sobre cuestiones tales como la sociedad, el poder, la familia, el consumo, la autoridad, la religión, el estado, entre otras.

Y es justamente porque la libre producción de variaciones ficticias de lo social tiene primacía respecto a la búsqueda de una congruencia con la realidad o de su realización, que podemos concluir, inspirándonos en el pensamiento de Ricoeur, que las utopías que encontramos en los relatos de ficción pueden ser un arma de crítica y jugar un rol no desdeñable en la búsqueda de la emancipación social. Dicha búsqueda ha de ser entendida, para el filósofo, como una búsqueda en la cual es la imaginación y no la violencia la que puede conseguir una ruptura con el pasado (ibíd. 378) y, por tanto, con una posición considerada “necesaria” en el espacio social. Esta reconsideración de la utopía a partir de su aspecto subversivo y constitutivo de lo social nos hace plantearnos la pregunta acerca de si toda narración de ficción (inclusive aquellas presentes en los comics, mangas, videojuegos, entre otros), puede ser interpretada de manera tal que se enfatice su posibilidad de permitir el acceso al “ámbito de lo posible”, el mismo que puede ser considerado como una de las fuentes principales de la realización de una crítica social.

Referencias

Mannheim, K. (1929). Ideologie und Utopie. Bonn: Cohen.

Ricoeur, P. (1997). Idéologie et utopie, Paris: Seuil.

Vigliano, T. (2013). « Erasme, la folie d’un Eloge ». Lumière et vie, 299 (2013), pp.84-87.

2 comentarios sobre “Disonancia y utopía: el potencial crítico de los relatos de ficción

  1. Me encantó el texto, pero tengo una comentario.
    ¿No es una forma de dejar un poco corto el tema plantear que “las utopías que encontramos en los relatos de ficción pueden ser un arma de crítica y jugar un rol no desdeñable en la búsqueda de la emancipación social”?
    El valor de la ficción está en la creación de mundos, de realidades concretas. Es un componente funcional de la realidad humana en sí misma. ¿Por qué tenemos que limitarla a una función crítica, como si “la realidad” fuese antagónica a la ficción y tuviese poco más que un propósito de esclarecimiento?
    Peor aún, ¿por qué tenemos que restringirla -aún más- a la “emancipación social” (sea lo que sea que eso significa)? ¿Por qué la ficción, en su operación “realizante”, no puede ser un arma de destrucción masiva? ¿Por qué no una figura de opresión?
    Más todavía: ¿por qué la ficción “realizante” no puede ser más que producción sin proyecto alguno? ¿Sin sustrato positivo alguno? ¿Por qué tenemos que conjurarla con una utilidad que no hace más que reducir su potencia?
    ¡Dejemos ya esas compulsiones pragmáticas engendradas del cuerpo del Capital!
    Si vamos a hablar de emancipación seamos aguerridos y hablemos de una emancipación absoluta de toda racionalidad. Hagamos de la ficción una potencia del delirio y no una hija bastarda de la moralidad ilustrada.
    Al final, no perdemos nada más que una realidad que ya bastante detestamos.

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    1. ¡Hola Javier! ¡Mil gracias por leer el texto y por tu comentario!

      Disculpa la demora en responder… No me llegó notificación (¡me acabo de dar cuenta gracias a Gruber!). Paso a responder:

      En la perspectiva de Ricoeur, que es la que aquí presento, el valor de la ficción se encuentra, como tú defiendes, en «la creación de mundos, de realidades concretas». Ricoeur critica la lectura que hace Mannheim de la utopía, pues es este último quien la limita a una función crítica, justamente, citándote, «como si “la realidad” fuese antagónica a la ficción y tuviese poco más que un propósito de esclarecimiento». Advierto, por tu comentario, que tu posición sobre la ficción y su valor configurador de realidades es muy cercana a la posición de Ricoeur: aquí realidad no se opone a la ficción sino que se «fundamenta» en la ficción. Y realidad implica aquí no solo lo efectivamente realizado en un espacio-tiempo específico, sino, más aún, el ámbito de las posibilidades.

      Por otro lado, en señalar el potencial crítico de la ficción para la búsqueda de la emancipación social, no busco “restringir” la ficción a la emancipación, ni mucho menos definir ficción desde este único punto, sino señalar uno de sus tantos aspectos. En este reproche al que apunta tu comentario, hay una falacia de Modus Ponens. Yo creo también que la ficción puede ser un arma de destrucción masiva y una figura de opresión. Ello está en una de sus tantas posibilidades, las cuales podríamos explorar en otros textos enfocados en la relación de la ficción con patologías sociales.

      Yo creo también que la ficción puede ser una simple producción sin proyecto de realización, como dices tú mismo de forma poética, “una potencia del delirio”. Creo también que postular lo contrario sería reducir su potencia. Y toda la filosofía de la imaginación de Ricoeur se basa en nuestra misma convicción al respecto: en la actividad productiva de la ficción que no implica su realización efectiva; en una emancipación que nos libera de un sentido restringido de realidad y nos abre la puerta a un sentido de realidad basada en el ámbito de lo “posible” y que no se opone a “ficción”.

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